Se supone que los niños son el futuro del mundo y confiamos que ellos pueden, al menos, frenar el cambio climático y sus consecuencias, pero ¿cómo lo van a hacer si no aman la naturaleza?
Hace unos días me enteré que a la mayoría de los niños y adolescentes no les gusta la naturaleza y le tienen miedo a animales tan indefensos como las mariposas.
Les confieso que conocer esto me impactó y me hizo sentir pesimista en cuanto al futuro de la Tierra. Entendí el por qué del afán de buscar otros planetas para vivir.
Todo el tiempo estoy repitiendo que los niños aprenden con el ejemplo, pero si sus padres nunca les enseñaron la belleza y riqueza de la naturaleza, tampoco les enseñaron a respetarla y cuidarla.
Es poco fácil cuidar la naturaleza sin amarla, porque solo se cuida y protege lo que se ama.
Al parecer a la gran mayoría de los niños les enseñaron el precio y no el valor de las cosas pequeñas que encontramos en la naturaleza. Amar el campo, los bosques, los jardines, los animales.
Nuestra juventud se esté perdiendo el disfrute de las sensaciones que se viven en contacto con la naturaleza. Correr por el campo y llenarse de sus olores, la emoción de contemplar un animal recién nacido o descubrir las maravillas detrás de la luz de una luciérnaga.
Últimamente he estado reflexionando sobre la falta de compromiso con el cuidado del medioambiente. Siento que escribo para muy pocos y no sé hasta qué punto se justifique seguir arando en el desierto.
Parece que no hemos entendido que este planeta, que nos brinda todo, necesita que tomemos acciones para protegerlo y protegernos.
Se requieren personas que hagan cosas pequeñas, en su diario vivir, en su entorno, ahí está la diferencia.
Después de la desilusión al enterarme que la niñez y juventud de este tiempo no gusta de la naturaleza, sucedió algo que avivó una chispa de esperanza.
Al día siguiente vi un video donde una niña, de mi familia, le estaba enseñando a su hermanito, aún más pequeño, el valor y cuidado del agua.
Esto me hizo sentir nuevamente esperanza de un futuro mejor.
Ojalá que en los hogares y escuelas inculquemos en nuestros niños el cuidado del planeta y salgamos con ellos a la naturaleza.
Qué bonito sería que los padres revivieran junto a sus hijos las experiencias de cuando fueron pequeños y disfrutaban los paseos al campo, sin necesidad de tecnología, y todo lo que aprendían.
Todavía no hemos aprendido a descubrir la grandeza que hay en lo pequeño, el día que lo hagamos el mundo cambiará para mejor.