La palabra chicle tiene su origen en una palabra del náhuatl que traduce algo así como “cosa pegajosa” que los indígenas masticaban para limpiar los dientes. Se trata de una resina que se extrae del árbol del chicozapote que se encuentra en Centroamérica y que es biodegradable, pero ahora en la mayoría de los casos, se elaboran de plástico sintético, por lo que se ha convertido en un peligro para el medio ambiente.
Se ha dicho que masticar chicle evita el hambre, refresca el aliento, sirve para destapar los oídos cuando se viaja en avión, dejar de fumar y mantenernos despiertos, entre otros, pero lo que no nos han dicho es que hoy en día su principal componente es caucho butílico, un derivado del petróleo, por lo tanto quienes se tragan los chicles literalmente están comiendo plástico.
El chicle, después de las colillas de cigarrillos, es el segundo elemento en el mundo que más se arroja a las calles. Alrededor del mundo se mastican 560.000 toneladas de chicle cada año, sin embargo se generan aproximadamente 250.000 toneladas de basura, entonces la diferencia entre estas dos cifras va a parar a las calles, los mismos que se nos pegue en las suelas de los zapatos y que las aves confunden con comida y les causa la muerte.
Al arrojar el chicle en la calle, además de lo que acabo de mencionar, para despegarlo se requiere una gran cantidad de agua y se crea contaminación puesto que hay que utilizar químicos que van a parar a las corrientes de agua y a los océanos, además del costo económico. En mi investigación encontré varias veces la referencia a la ciudad de Londres, citando que en el año 2012, gastaron 3 meses limpiando menos de 3.2 kilómetros (2 millas) de calles para eliminar 300.000 chicles, a un costo entre 16 centavos y $3 dólares para retirar cada uno de ellos.
Lo mejor que podemos hacer para reducir este problema ocasionado por los chicles es:
- Dejar de consumir chicles.
- Comprar los que son biodegradables.
- Desecharlos en el contenedor de la basura, no arrojarlos al sanitario, en las calles ni en otros lugares.
La forma adecuada de desechar un chicle es envolverlo en un pedazo de papel y arrojarlo a la basura, aunque va a parar al basurero, es mejor que en las calles, ríos y océanos.
Como siempre les digo, si cada uno hace su parte seremos muchos cuidando y protegiendo el medio ambiente.
Fuentes: sciencing.com, cocinadelirante.com, greenlivingtips.com, ecyclenation.com, get-green-now.com, theecologist.org.