Hace algunos meses escribí sobre los almacenes de ropa de segunda mano como una opción para el cuidado del medio ambiente, ya que esta industria es la segunda que más contamina después del petróleo. Sin embargo, todavía existe resistencia por parte de muchas personas a adoptar esta costumbre, por lo tanto les traigo alternativas funcionales para ayudar al mismo fin.
Mi amiga, Claudia Durango, hizo una encuesta en un grupo de mujeres, al que ambas pertenecemos, para su programa “Conversaciones desde el corazón”, acerca de quiénes comprarían ropa usada y la gran mayoría respondió que no lo haría, aunque muchas estuvieron de acuerdo en recibir ropa de la familia o amigas cercanas. Durante la conversación surgieron ideas muy interesantes que de alguna manera cumplen el objetivo de reducir la compra de ropa y la contaminación causada por esta.
Una preocupación generalizada fue acerca de no conocer la procedencia de las prendas y de la energía de las personas que la habían usado. Con respecto al asunto de las energías se aplica también para la ropa nueva, puesto que ha pasado por muchas manos en su fabricación, distribución y posiblemente varias personas se la probaron mientras estuvo en el almacén, por lo tanto siempre es bueno lavar la ropa nueva antes de usarla y en el caso de la ropa usada, se le pasa salvia blanca, un incienso o, como comentó una de las personas del grupo, colocarla al sol.
Claudia nos comentó que supo acerca de un grupo de amigas que se reunían cada seis meses y llamaban al encuentro “trueque”, puesto que allí intercambiaban ropa, bolsos, zapatos en excelente estado, pero de los cuales ya estaban cansadas, algo parecido a lo que les he mencionado en otras ocasiones con respecto a la ropa tanto de adultos como de niños, juguetes, música, libros, revistas, herramientas, accesorios.
La conversación nos llevó a los vestidos para ocasiones especiales o de fiesta que además de ser costosos, por lo general, se usan una o máximo dos veces, luego de un tiempo pasan de moda, se quedan en el closet y se van deteriorando, entonces alguna comentó que cuando tiene una fiesta alquila el vestido, esto es mucho mejor que comprarlo. Otro muy buen aporte que hicieron es el de intercambiar vestidos de fiesta entre amigas, de esta manera tendrán un vestido diferente para cada ocasión, invirtiendo solo en uno o dos que saben van a ser usados muchas más veces.
El vestido negro es una de las piezas clásicas del guardarropa, ya que gracias a su versatilidad proporciona diversas formas de lucirlo sin que parezca el mismo, en este caso comentaron de una señora que tiene dos vestidos negros que usa para todas las fiestas y aquí entra a jugar la creatividad, porque al usarlo cada vez con una chaqueta y accesorios de un color diferente, con un chal o una correa hace que parezca otro completamente distinto.
En conclusión, una de las mejores de formas de reducir la cantidad en las prendas de vestir, además de las ya mencionadas, es comprar poca ropa de colores que combinen entre si y que se presten para dar una apariencia variada que nos hagan sentir bien.
Seamos consumidores responsables para ayudar a reducir este tipo de contaminación y cualquier otra acción que impacte al planeta.